Por qué deberías guardar los neumáticos de tu coche cuando los cambies: son ideales como maceta

Los jardines verticales hechos con neumáticos demuestran que el reciclaje no solo ahorra espacio, también puede transformar los espacios

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Joana Costa

Editor

Si la sostenibilidad necesita metáforas, pocas son tan efectivas como un neumático viejo convertido en jardín o en maceta. De símbolo de velocidad a cuna de vida vegetal, el viaje es totalmente paradójico.

Los jardines verticales ya no son solo un capricho estético. En ciudades densas, donde el suelo es un lujo, cultivar hacia arriba se vuelve una solución de lógica aplastante. Y cuando además se construyen con materiales descartados, como ruedas usadas, se rozan niveles de ingenio ecológico.

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No obstante, los neumáticos tienen mala prensa: acumulan agua, se degradan mal, son difíciles de gestionar. Pero no hay que olvidar que también son resistentes, moldeables (en sentido de apilarlos) y están en todas partes. Reutilizarlos como maceteros colgantes no solo los rescata del vertedero, también les da propósito.

La estructura circular, además, resulta ideal para sostener plantas, tierra y agua. Colgados en paredes o estructuras metálicas, se convierten en nichos verdes que filtran aire, absorben calor y aportan algo de oxígeno a la selva de cemento.

Además, según El Economista, los neumáticos son también un agente de descontaminación del aire gracias a su probada capacidad para reducir las emisiones. Muestra de esta capacidad es el proyecto Green Gardens by Murartecno, creaciones diseñadas en el laboratorio impulsado por Michelín y Murarte.

Este tipo de intervenciones tienen algo de arte callejero. Cada neumático pintado y reciclado cuenta una historia viajera. Lo interesante es que el fenómeno no requiere grandes inversiones ni complejidad técnica.

Con algo de pintura, sustrato y plantas resistentes, cualquier patio o muro puede convertirse en un ecosistema reciclado. Además de poder customizar cada una de las macetas, estas aportan un toque vintage muy interesante.

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Asimismo, hay un componente educativo evidente. Enseñar a niños y adultos que incluso los objetos más contaminantes pueden tener una segunda vida es una lección que va más allá de la jardinería.

Esta una forma de reconciliarnos con lo que desechamos. Y si de paso florece una enredadera donde antes hubo caucho y polvo, tanto mejor.

Foto | Freepik y Alexei/Pixabay

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