Aunque en España no lo creamos, pues somos una cultura eminentemente cafetera, hay todo un mundo ahí fuera donde el té es la primera bebida caliente para millones de personas y no, no hablamos solo de Reino Unido, sino de Asia, principalmente, donde desde Asia Central hasta el Lejano Oriente este tipo de bebida es la auténtica protagonista, y no solo de sus desayunos.
No en vano, el nombre científico del árbol del té es Camellia sinensis, es decir, camelia de China, siendo un producto que se ha convertido en el protagonista de miles de desayunos y de una industria más que floreciente a lo largo y ancho de Asia.
Ahora, además de saber que el té contiene una sustancia estimulante llamada teína y que, también, tiene determinadas propiedades antioxidantes y diuréticas, un estudio apunta a una ventaja que estaría vinculada a su consumo, aunque no de la manera en la que pensaríamos.
Todos tenemos claro cómo se elabora un té y que, como sucede con otras hierbas y plantas, tiene un procedimiento muy sencillo a través de su infusión, generalmente en agua caliente, para que allí libere sus aromas y sabores. También se puede hacer en agua fría, una técnica que quizá ahora esté más de moda para el café cold brew, pero que también puede ser útil en tés.

El estudio, publicado en la revista científica ACS Food Science & Technology por un doctorando de la Northwestern University apunta a una virtud de las hojas de té que, hasta la fecha, casi había pasado desapercibida. Ni más ni menos que son capaces de retener metales pesados, absorbiéndolos y filtrando aguas potencialmente contaminadas con metales como el plomo, el cadmio o el arsénico.
Según la investigación, las hojas de té tienen la capacidad de atrapar en su superficie ese tipo de metales y, además, han comprobado que cuanto más tiempo permanezcan las hojas en contacto con el agua, más metales pesados absorberían. Del mismo modo, constatan que esta ventaja para las infusiones se aplica a cualquier tipo de té e infusión, con la excepción de la manzanilla, que presenta un peor rendimiento.
La parte 'mala' de la ecuación es que los tés –así como los cafés y las infusiones– no suelen ser muy agradecidos al paladar cuando se dejan reposar o infusionar más de la cuenta, por lo que el sabor quizá no fuera tan agradable.

No obstante, el estudio aporta luz a una realidad que, especialmente en países en vías de desarrollo donde el acceso a agua potable no sea habitual, podría suponer una vía de escape para, en cierto modo, lavar ese agua de elementos contaminantes potencialmente perjudiciales.
En un sentido parecido, el trabajo también comprobó que el tipo de bolsita donde estuviera conservada la infusión influía en esa absorción, siendo mayor en el ejemplo del algodón biodegradable que en las que eran de microplásticos, aunque el beneficio de absorber metales pesados es principalmente de las hojas, no del envase.
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